Me gustaría poder tener historia
para poder contarte, miles de experiencias nefastas en donde más de alguien
salió herido y las locas noches de mi ciudad se vieron hundidas en embriagantes
delicias pasajeras, con líneas interminables de droga placentera.
Decirte que maldecí a Dios porque
me pareció rebelde y alucinógeno decir que no era ni importaba más que yo y mi
pensamiento individualista.
Veo como otros saborean lenguas
de otras mentes, dulces y escritas de manera correcta y extraviada y sólo tengo
noches solitarias acompañadas de café y lectura.
No puedo ser bella sin ser más
que yo misma y quisiera sentir las manos de otro sexo, pero me contiene mi otro
ser ingrato que me dice que el ser nefasto trae más de una consecuencia.
Me gustaría poder tener historias
que contarte, noches eternas de alcohol, de pensamientos oscuros y prohibidos,
de maldad brotando de mi lengua bífida y atea, de conjurar más de algún mal al
enemigo…
Tengo la sangre ardiente, pero
siento que me consumo sola, que mi alegoría es dispar y abandonada, que mis
deseos oscuros se pierden en corrientes existencialistas y puritanas.
Me gustaría poder tener una
historia que contarte, que compré ropa interior sólo para vivir una noche de
placer y ser más mala que todas las damas nocturnas han sido, que me pierdo en
bolsillos rotos y sueños perdidos, que no alcanzo la suciedad de tus
pensamientos, que quiero más de esto y de lo otro, que una señorita de piernas
cubiertas y buenos modales se escapa a la callejera, maldita y blasfema e indecente que aparece con/ sin querer
No tengo historias, no, yo soy
parte de este texto, ni nunca me verás como viste a otras, ni nunca será lo que
debí haber sido o quizás nunca quise ser, sin querer queriendo.